jueves, 4 de octubre de 2012

La Dama de Negro

Pues para comenzar este nuevo blog sobre leyendas me parece que seria adecuado comenzar por un clásico como es la leyenda de La Dama de Negro:


Cuenta la leyenda que en un pueblecito cántabro de cuyo nombre no quiero ni puedo acordarme, de esos perdidos entre montañas y que en invierno quedan incomunicados, de esos que a menudo son tapados por la niebla y cuyas casas son aún de piedra y madera, sus gentes guardan un antiguo e insólito secreto. Dice también la leyenda que en dicho pueblecito hace ya más de 50 años que algunos de sus habitantes han vivido atemorizados. Estos habitantes son los que recuerdan un hecho que cambió la vida del pueblo para siempre. Un hecho que, bien por injusticia, bien por su crudeza, no ha sido nunca revelado a forasteros o a localidades cercanas, de tal modo que el secreto de momento ha quedado guardado dentro de los límites del pueblo y de la mente de sus más ancianos habitantes.


Cuenta la leyenda que en un pequeño pueblo, de cuyo nombre no quiero acordarme, los habitantes viven atemorizados. Uno de esos pueblecitos alejados de todo, escondido entre las montañas, con sus casitas de piedra y madera. Estos habitantes solo recuerdan un hecho que cambio la historia del pueblo, este hecho quedo guardado como un secreto dentro de los límites del pueblo y en la memoria de los más ancianos habitantes.
Este hecho cuenta que en las afueras del pueblo existió aluna vez un psiquiátrico  en donde eran enviadas las mujeres y hombres que enloquecían, cometían asesinatos o que eran considerados peligrosos.
Con el paso del tiempo el psiquiátrico se fue vaciando hasta que quedo clausurado oficialmente. Pero en el pueblo comenzó a circular un rumor acerca de muchos pacientes que habían dejado en el olvido, que se habían quedado en el hospital amarrados destinados a morir de inanición.
La idea era demoler el edificio totalmente, con todo y sus inquilinos dentro, pero por una razón u otra no se demolió y ahí quedo abandonado y olvidado con todo y sus inquilinos destinados a sufrir una muerte lenta y horrible.
Pocas semanas tras el abandono del lugar muchos habitantes del pueblo comenzaron a escuchar terribles gritos por las noches provenientes del hospital. La población entro en un silencioso pánico general. ¿Cómo era esto posible? ¡ Aquellos locos ya debían estar muertos! ¡Llevaban mas de un mes sin agua ni alimento!
Poco después de que comenzaron los gritos, muchos de los animales en el pueblo empezaron a desaparecer. Animales domésticos y de granja desaparecían cada noche, quedando solo un rastro sangriento que conducía hacia el antiguo edificio a travéz de los matorrales.
Hubo muchos que decían haber visto una silueta fantasmal, una mujer, completamente vestida de negro rondar por ahí.
Después de un tiempo los habitantes de hartaron y decidieron dar fin a esta situación. Noche tras noche montaban guardia en los corrales para proteger a sus animales de aquel ladrón. Hasta que una noche uno de los vecinos llamo a los demás y cuando llegaron vieron a una mujer cubierta por un velo negro y una daga en la mano degollar a uno de los pollos.
Cuando la figura noto la precencia de sus espectadores huyo hacia el antiguo hospital, los pueblerinos se armaron de valor y la siguieron al entrar no encontraron nada, pero al subir al segundo piso quedaron petrificados por el terror.
Lo que vieron ahí fueron a un grupo de hombres flacos hasta los huesos y rodeados de los animales descuartizados.
Nadie sabe si esto fue verdad pero actualmente en ese pequeño pueblo, en la noche de fin de año los habitantes dejan una ofrenda fuera del hospital, antes por miedo, ahora por tradición. Se dice que los gritos no se han vuelto a escuchar, pero lo que bien es cierto es que aquellos animales han desaparecido para la mañana del año nuevo.

Este hecho, increíble e incomprensible para todos aquellos que no lo vivieron, cuenta que en las afueras de la localidad, y casi escondido entre una espesa arboleda, hay un edificio que había servido muchos años antes como un psiquiátrico. Allí enviaron a muchísimos hombres y mujeres que habían perdido la razón, a muchos que cometieron atroces asesinatos o que se les consideraba peligrosos a lo largo y ancho del territorio español.


Cuenta la leyenda que en un pueblecito cántabro de cuyo nombre no quiero ni puedo acordarme, de esos perdidos entre montañas y que en invierno quedan incomunicados, de esos que a menudo son tapados por la niebla y cuyas casas son aún de piedra y madera, sus gentes guardan un antiguo e insólito secreto. Dice también la leyenda que en dicho pueblecito hace ya más de 50 años que algunos de sus habitantes han vivido atemorizados. Estos habitantes son los que recuerdan un hecho que cambió la vida del pueblo para siempre. Un hecho que, bien por injusticia, bien por su crudeza, no ha sido nunca revelado a forasteros o a localidades cercanas, de tal modo que el secreto de momento ha quedado guardado dentro de los límites del pueblo y de la mente de sus más ancianos habitantes.



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